No hay trabajo fácil para nadie. Salvo que ya hagas todas tus tareas desde la comodidad del hogar y tengas más que dominadas tus responsabilidaes, estarás de acuerdo conmigo al decir que cualquier trabajo implica una serie de complicaciones. Por supuesto los deportes electrónicos no se salvan. ¿Qué puede ir mal cuando tu único deber es jugar a un videojuego? Miles de cosas. Y el ejemplo perfecto para mostrar algunas de las más importantes sería repasar la participación de Vodafone Giants en las finales del IeSF World Championship de CS:GO disputado en la ciudad taiwanesa de Kaohsiung, a mediados de este mes de noviembre.
Tras superar el clasificatorio nacional portugués, nuestro equipo de Counter-Strike conseguía acceder a la fase final de esta competición que, aunque no está entre las más importantes actualmente, sí tiene una serie de peculiaridades que la hacen especial. En primer lugar, que se jugaba en el país asiático, con lo que ello implica a nivel logístico y de adaptación por parte de los jugadores. Por otro lado, que la IeSF tiene una manera muy especial y diferente de plantear este tipo de eventos.
Su aproximación a los torneos tiene muchas similitudes con las Olimpiadas. Allí acudió la primera ministra, el comisionado del deporte y hubo una inauguración con abanderados por parte de cada uno de los países participantes. En nuestro caso fue Ricardo Pacheco ‘Fox’, el que portó la bandera portuguesa para la presentación ante el público local.
Los jugadores de Vodafone Giants tuvieron que luchar contra el jet-lag, pero también contra una organización algo caótica que obligaba a parar los partidos de vez en cuando para que en el escenario se pudiesen celebrar conciertos de algunos músicos realmente famosos en China. La expectación era asombrosas, pero como es lógico nuestros jugadores veían interrumpida constantemente su concentración. Un juego como CS:GO precisa un altísimo nivel de preparación física y mental para conseguir alcanzar el 100%.
Otra de las peculiaridades de este juego es la extrema precisión con la que los jugadores necesitan configurar sus ordenadores y periféricos. De media, un jugador que no sufra demasiados problemas necesitará unos 45 minutos para tener todo preparado a su gusto. Y lo normal es que ese tiempo se amplíe sustancialmente, ya que suelen surgir complicaciones. Material que no funciona correctamente, o que no está actualizado, o que no es compatible por alguna razón desconocida… La mayoría de competiciones suelen otorgar varias horas a los jugadores, un día antes al menos, para que puedan configurar a gusto todos sus accesorios. En este caso la organización no tuvo en cuenta ese tiempo, por lo que los retrasos fueron considerables desde el primer día.
Eso provocaba muchas horas de anodina espera que nuevamente provocaban cierta desesperación cuando las horas iban pasando. Imagina estar en un país exótico, a miles de kilómetros de casa, y no poder hacer más que permanecer preparado en el vestuario de un estadio por si en cualquier momento debes salir a competir. Esta situación por supuesto afectaría a la mayoría de equipos, pero mientras que algunos podían irse a dormir a unas horas aceptables, otros acabaron llegando a altas horas de la madrugada con convocatorias muy tempranas al día siguiente. Nuestros jugadores apenas tuvieron seis horas libres entre el último partido en la noche del primer día y el primero de la mañana siguiente.
Una vez el partido ha comenzado, todo se deja atrás y solo hace falta jugar. Es aquello por lo que realmente se hacen todos los demás esfuerzos. Y en ese campo Vodafone Giants volvió a mostrarse brillante, aunque algo desafortunado. Tras superar invictos la fase de grupos y ganar a una correosa Rusia en octavos de final, fue Finlandia el rival que encontramos en los cuartos de final. Un equipo que se mostró ampliamente superior al nuestro y que a la postre acabaría ganando la competición sin perder ningún mapa por el camino. La lección aprendida por los nuestros fue, que a pesar de todo el trabajo realizado durante estos primeros meses, se ha demostrado que sigue haciendo mucho campo de mejora para estar al nivel de equipos como el de los finlandeses de Havu.
A pesar de todo, de las derrotas, desilusiones, incomodidades y complicaciones, un viaje como este se hace inolvidable. Fue interesante conocer una cultura tan diferente como la taiwanesa, en una ciudad como Kaohsiung que además no está para nada acostumbrada al turismo ni al visitante occidental. Es a la hora de llegar a casa, y echar la vista atrás cuando te das cuenta de todo lo que hace especial el trabajo en los esports. La competición de videojuegos ya está presente en todas partes del mundo y, aunque sea complicado estar siempre al nivel de los mejores, vale la pena intentarlo ya sea desde casa como a 14.000 kilómetros de ella.